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Blade Runner |
Cómo será la arquitectura dentro de cincuenta años? He aquí una pregunta de aventurada respuesta. "¿Cómo vamos a representar un futuro que todavía no existe?", se excusa el arquitecto británico David Chipperfield, último ganador del premio Mies Van der Rohe. Es cierto, el futuro no existe aún. Pero sí podemos imaginarlo. Por ejemplo, extrapolando lo que ocurre en las ciudades más dinámicas del planeta. Un buen observatorio podría ser el bar acristalado en lo alto del hotel Península, en el Bund de Shanghai. Desde allí se ve cómo la zona de Pudong, en la otra orilla del río Huangpu, gana densidad y altura. Año a año, el downtown de Pudong se transfigura, como el de cualquiera de las diez ciudades de más de cinco millones de habitantes que hay en China (o de las noventa con más de uno). En Pudong se alzan la torre Jin Mao (414 metros), un híbrido de art déco y estética china; la Oriental Pearl (468 metros), con sus ecos de la carrera espacial soviética; el Shanghai World Financial Center (492 metros), vulgo el abrebotellas,y cientos más. Son edificios recientes, enormes, que pronto se verán empequeñecidos por la torre Shanghai (632 metros), ahora en construcción. Todos se yerguen sobre antiguos arrozales, en terreno de aluvión que se hunde poco a poco bajo el inesperado peso de estos colosos; se hunde tanto en términos físicos (un centímetro al año) como metafóricos (representando la inviabilidad de un modelo de crecimiento salvaje).
La pregunta correcta quizás no sea pues ¿cómo será la arquitectura del futuro? sino ¿cómo debería ser? David Casino, de zigzagarquitectura, cuyo bloque de viviendas en Mieres mereció el primer premio de la última Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, da una respuesta marco: "Deberá corregir y resolver los problemas derivados de un modelo de urbe expansiva, con el coche como protagonista". El chileno Alejandro Aravena, miembro del jurado del Pritzker y figura emergente en la escena global, aporta: "Dentro de medio siglo, la arquitectura debería ser ya atemporal, sabia para aprender de los cambios que espero se den en las estructuras del poder y la sensibilidad social, y suficientemente sintética para acoger con naturalidad, más que indignación, la eventual nueva estructura de la realidad. Eso plantea un reto a nuestra capacidad de diseño, al que me gustaría poder responder".