Por Santiago Molina
"...Por todo ello seguramente nos encontramos en una encrucijada especialmente interesante respecto al tema. Y a varios niveles: Desde el punto de vista de la ciudad, apenas es comprensible que pueda darse ya vivienda social dentro de planeamientos urbanos con condiciones de conexión y densidad verdaderamente incompatibles con las relaciones sociales (2). Por tanto las condiciones urbanas debieran reforzar en primera instancia los vínculos más elementales para promover cierto sentimiento de pertenencia a una ciudad o a un barrio, y reformular con amplitud de miras su relación con su emplazamiento, comprendiendo que la vivienda social tiene sentido cabal en contextos capaces de darlas abrigo.
Por otro lado, es necesario entender la vivienda social como lugar de auténtica experimentación, flexibilizando la actual rigidez normativa para convertirla en oportunidad de desarrollo hacia futuros modos de habitar. Igualmente entender la compatibilidad del espacio colectivo dentro de la vivienda, los materiales y las nuevas formas de vida, como ocasiones para la proposición de formas de habitar abiertas al por-venir. Entender que existen otras superficies disponibles en la ciudad con un potencial social elevado como el tejido del pequeño comercio, y otros proclives a facilitar el intercambio: soportales, patios, jardines, (3). O buscar lo social a través de una verdadera flexibilidad tanto de tipologías como de espacios y la posible cesión de usos habitualmente concentrados dentro de la vivienda hacia zonas comunitarias.
Si a todo lo anterior se añaden los significados injertados en el término social por parte de palabras como redes sociales y se gestiona la participación del habitante gracias a esas nuevas herramientas, tal vez pueda llegar revolucionarse incluso su sentido más profundo."
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