Fotografías: David Pérez
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Desde premisas generales el lenguaje crítico-arquitectónico llega a tener una validez abstracta, en la que el lector, de hecho, se encuentra ante la dificultad comprensiva (a nivel práctico) de los criterios que en tal lenguaje se exponen.
Es fácil incluso describir excelentes cosas en un campo puramente general desligado completamente de la realidad que por sí misma consta de hechos muy concretos y definidos, perdiéndose en general en explicaciones con ansias de adquirir un nivel teórico-filosófico, imperdonable en el sentido de que todo aquel montaje no sirve para explicar un método proyectivo que en la mayoría de los casos sólo pueda encontrarse en una "experiencia acumulada” limitada por los condicionantes entornales en los que la misma arquitectura funde su camino. Es absurdo, confundirse por este tipo de generalizaciones en la medida de que siempre se encuentran en el nivel de la visión que lo domina todo, pero que en realidad desconoce todo lo concreto; muestra evidente de ello es la poca afición a realizar estudios semánticos a nivel concreto e individual en este momento presente afectados directamente por el claro desconocimiento de una práctica que aborde este camino y por el desprestigio profesional que conlleva cualquier estudio de este tipo a través de la asociación individuo-esteta.

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